martes, 30 de septiembre de 2014

Una historia solitaria


Existen pequeños descubrimientos de vez en cuando y en este caso Oslo 31 de agosto ha sido uno muy grato. Dirigida por el noruego Joachim Trier, primo lejano de Lars Von Trier. Con quien sus miradas están igual de alejas que su parentesco.

Basada en la novela "El fuego Fatuo: Adiós a Gonzague" de Drieu la Rochelle y ya llevada al cine hace unos años por Louis Malle.  Nos encontramos con una historia humilde, sencilla, sin pretensiones, una historia de un personaje, de un pasado difuso y un futuro imperceptible. Una historia solitaria.

Donde en ocasiones recuerda estar paseando por Praga en vez de Oslo, observando en las terrazas de "En la ciudad de Sylvia". Persiguiendo a Anders Danielsen Lie tras su angustia sin remedio, en busca de un desenlace anunciado que juega con la esperanza propia del drama.

Oslo 31 de agosto no es más que una de esas películas que se encuentran pocas y contadas veces que permiten mostrar como sin grandes arquetipos y discursos puede llegarse a crear un pieza de autoría, un pequeño trozo de humanidad en 95 minutos.